ANTONIO “EL MARINERO”, UNICO SUPERVIVIETE DE LOS AUROROS

Aún se oye en la distancia el eco de las
campanillas que agitaba Antonio el Marinero, único superviviente, junto a Blas
Espada, de la célebre cuadrilla de Auroros de la villa del Orón. Antonio de
origen humilde, de agitada vida pasional, de suprema sencillez, vive evocando
un pasado que le roe la entraña en un
regusto se mi perdido de sabores añejos que hicieron historia en la historia de
la Isnn Librilla. ¡Qué buenas voces tenían Diego Porras el Talega y el Tío
Correas! Era sorprendentemente emotivo asomar al balcón en las madrugadas para
escuchar los cánticos, o en los días de frío apostarse tras las ventanas para
acompañarles “inmente” en los rezos y las estrofas cantarinas.
La Cuadrilla avanzaba tomando al asalto
sigiloso cada callejuela; se cantaba todo el año y en Semana de Pasión y cuando
había algún difunto reciente se rezaba. Precedían al grupo el estandarte y los
faroles con su luz mortecina. A veces, hace cuarenta, cincuenta y muchos más
años, se encontraba a algún encapuchado fantasmal vestido de penitente, un a
modo de nazareno, salido de la órbita cuaresmal que iba (de ahí la leyenda de
fantasmas pueblerinos), de su casa a la iglesia y del recinto sagrado a la
ermita del cementerio viejo, donde hoy se halla el monumento al Sagrado
corazón.
Lo hacían en cumplimiento de alguna promesa;
llevaban una luz, arrastraban penitentes cadenas, se flagelaban con cilicios,
no asustaban a nadie, salvo a los niños que les tenían por referencias, ya que
a aquellas horas imagino estarían de siete sueños o bajo siete mantas
arrebujados en el leco y temerosos. Aparentaban almas en pena, seres salidos de
otros mundos, y algunos eran seguidos por los guardias y serenos que les
protegían.
EL TIZNAO
La ronda de cuadrilla ánimas seguía su
camino; luego en los días festivos, pedían de casa en casa. Les daban una o dos
perrillas, a veces un real. Y conseguían reunir ocho o nueve pesetas para la
Hermandad, para el aceite de las lamparilla, los cirios y… ¿Por qué no
decirlo?, para tomarse unos “golpes” en la casa de El Tiznao, cuya madre tuvo
la primera taberna del pueblo junto al lavadero público con un pequeño barril,
un grifo y media docena de vasos. El Tiznao era una institución local; era
hábil, y a pesar de ser manco atendía con toda presteza.
Allí se reunía la cuadrilla; el ambiente era
grato, familiar, ameno. Se planeaba la actuación y recorrido siguientes y se
daba un repaso a los sucesos locales: bodas, noviazgos, guerras, política,
sucesos que aparecían en “La Linterna” aquel “El Caso” de la anteguerra.
La picaresca bienintencionada, bienhumorada,
se asentaba casa de El Tiznao. Se bebía sin estridencias, con unción, con
recogimiento, como en un rito ancestral.
Un trago y unos garbanzos, a veces
michirones, con guindillas que picaban como diablos… a aquellos que eran como
los ángeles nocturnos que velaban al sueño de sus paisanos dormidos.
Mateo García Martínez
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Diario Línea de Murcia. Mateo García Martínez. “ANTONIO “EL MARINERO”, UNICO SUPERVIVIETE DE
LOS AUROROS”. Miércoles 13 de septiembre 1972.
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