LIBRILLA (CRÓNICAS DE UN
PUEBLO).
Mayo de 1977. (Lo que no
salió en el Telediario).
Pasaron muchos años en que
Librilla era el semáforo de Europa. De Alcantarilla a Librilla, hay 14 km. Un
día llega la pareja de motoristas a la variante de Alcantarilla y ven que hay
retención de vehículos, piensan que hay un accidente y salen adelantando a la
cola de estos y llegan a Librilla sin que hubiera ningún accidente; era la
retención del semáforo. En la otra dirección, la cola sobrepasaba Alhama de
Murcia (7 km a Librilla). No hubo más remedio que cambiar la ubicación de los
feriantes y suprimir la procesión del santo; también se suprimió la Semana
Santa.
Juan José Rubio Balsalobre,
era mi tío. Como trabajaba para el Ayuntamiento como “manitas” por las calles,
era muy conocido y querido en el pueblo, le llamaban: “Juan el de las calles”.
Un camión que perdió los frenos frente al ayuntamiento, se cobró la vida de mi
tío que iba en bicicleta. Era finales de mayo de 1977. Los muertos en la travesía
de la N340 por Librilla, eran cuantiosos; para levantar a la población, nada
mejor que Juan que era muy querido. El día y la noche de aquel fatídico día,
hubo una serie de personas (casi todas socialistas) que fueron por las casas
llamando a la movilización coincidiendo con el entierro. Se iba a cortar el
tráfico en la travesía. En principio, dijeron que era un “entierro de parada” en
la que los que portaban el féretro, daban tres pasos muy cortos y se hacía el
relevo; en más de una hora, no se había avanzado 100 m. Mi pobre tío Antonio
estaba destrozado; lo llevaba cogido para que no cayera. Los posibles accesos
alternativos a librilla, habían sido levantados.
Al mando de la dotación de
la Guardia Civil, estaba el teniente de la Línea de Totana un tal Campos. Por
teléfono, pidió la presencia de los antidisturbios. Un guardia civil que se
llama Juan Barquero Rivas, medió en el asunto, le dijo a los cabecillas: “Cortad
el tráfico y que no pase nadie, pero dejar a esta familia que entierre a su
padre”. Lo hicieron. Nosotros seguimos con el entierro y el pueblo entero se
echó a la calle; había mujeres con sus carros con el niño, otros niños un poco
mayores jugando al fútbol en la carretera y el autobús de línea Lorca-Murcia,
parado en el semáforo frente al ayuntamiento. El autobús y sus pasajeros,
pasaron más de 4 horas en el semáforo.
La reivindicación era: “Que
venga el Gobernador y se comprometa ante el pueblo en hacer el desvío”. El
Gobernador era el periodista Federico Gallo y según su oficina, estaba en
Madrid. En su lugar, venía el secretario.
Como la cosa era bastante
seria, se desplazó a Librilla el capitán de la Guardia Civil de la Compañía de
Lorca; se hizo cargo del mando. Un grupo pequeño de antidisturbios estaba en la
casa-cuartel de Librilla y el grueso del grupo estaba en la Cañada Honda; a un
kilómetro del pueblo. Los concentrados, no vieron a los antidisturbios. El caso
es que los ánimos estaban muy caldeados y podría suceder que algún guardia
civil cayera por el barranco. A un motorista casi que le ponen una corona de
flores como a los que ganan en un circuito; sin bajarse de la moto y blanco
como la harina, dio la vuelta y se largó.
A eso de las tres y pico,
llegó el secretario del gobernador; la carretera ya llevaba cortada cuatro
horas. Quería llegar en el coche hasta la puerta del ayuntamiento; y le
dijeron: “¿No sabe usted que está la carretera cortada?”. Entre abucheos, llegó
al ayuntamiento a pie. Desde el balcón del ayuntamiento, se comprometió en que
la adjudicación de la obra se haría durante ese año. El capitán de la Guardia
Civil había manejado muy bien la situación y pidió a los congregados que
dejaran libre la carretera. Cosa esta que hicieron. El capitán, fue aplaudido.
La primera vez que se
colocaron las estacas de delimitación del desvío de Librilla, fue en 1951. La
segunda vez y variando el trazado, unos años más tarde. En las dos ocasiones se
llevaba por delante un bancalón de Manuel Augusto García Viñolas, que era por
entonces Director General del NO-DO. El proyecto llevaba años amontonado polvo
de estantería en estantería. A consecuencia del corte de carretera, salió a la
luz; eso sí, sin pasar por el bancalón de García Viñolas. El padre de García
Viñolas, era un sastre de Murcia al que tocó la lotería; compró una finca muy
cerca del casco urbano de Librilla y en ella hizo un caserón, el
pueblo la llamaba: “Casa del sastre”. A Manuel Augusto no gustaba esta
denominación y la llamó: “Campo de doña Vicenta” (su madre). En la actualidad y
gracias a los del pajarraco, el paraje se denomina oficialmente: “Campo de doña
Vicenta”. Este tío que pudo hacer mucho bueno por Librilla, solo le causó daño.
En abril de 1980, se abrió
al tráfico el desvío. Después vino la Autovía del Mediterráneo (creo que en
1993).
Con el desvío hecho,
volvieron las fiestas a lo suyo y se restableció la Semana Santa.
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