Aprovechando el agua que
venía de Fuente Librilla, había dos molinos: “Molino Grande” y “Molino Chico”. Para
quienes no lo sepan, la potencia que impulsa las ruedas, depende del caudal y
de la altura del salto; el Molino Grande, tenía un gran salto de agua que daba
para impulsar varias ruedas. Este molino, de día molía y de noche, hacía
electricidad con una dinamo. Los pudientes del pueblo, tenían luz eléctrica en
sus casas a finales del siglo XIX.
El “Tío Curro”, se dedicaba
a la compraventa de ganado y tenía un corral a las afueras del pueblo por su
parte este. Anécdota:
El tío Curro compró unos
novillos que se le pasaron de edad y se convirtieron en toros. Mi abuelo
Rosendo, era el mulero-jefe de la finca Comarza, propiedad de don Antonio
Díez-Cañavate (catedrático de derecho en Madrid y abuelo de los Garrigues
Walker). El tío Curro pidió al administrador de la finca que mi abuelo
intentara domar a los toros, no se atrevía nadie a acercase y le tiraban la
comida desde lejos. Y mi abuelo los domó; llegó a labrar con ellos.
En un Pleno del Ayuntamiento
de Librilla, un concejal propuso lo siguiente: “Que se ponga alumbrado
eléctrico en la calle General Aznar (hoy, doctor don Servando García) porque
los toros del tío Curro estuvieron a punto de arrollar a unos transeúntes”.
…
En un Bando de la Alcaldía y
también de finales del XIX, se prohibía a los mozos “rebuznar” por las calles a
partir de la once. Lo de “rebuznar”, es textual en el libro.
En otro Bando de la época,
se prohibía a los novios hablar con las novias por las gateras.
La gatera, era un agujero
hecho casi a ras del suelo para que el gato entrara y saliera a la casa. Se
cerraba generalmente con un canto rodado de buenas dimensiones. Casi todas las
casas, tenían su gatera.
Las visitas de los novios a
las novias, como mucho, eran dos a la semana. Si era en verano en la calle a la
fresca y si en invierno, junto a la chimenea. Cada uno en su silla y bastante
separados, con el resto de la familia.
Era costumbre de la época
que las mujeres llevaran varias enaguas. No había elásticos y las enaguas se
ataban con cintas. Las enaguas, llevaban una apertura para poder ponerlas o
quitarlas. Y las mozas, el día que tocaba visita del novio, ponían todas estas
aperturas del mismo lado para que el novio pudiera meter la mano. Y ahora, lo de
la gatera…
El novio se iba cuando la
familia decía de acostarse. Pero, al rato volvía y se ponía a hablar con la
novia por la gatera. Esto no era otra cosa que: la novia se ponía en cuclillas
por dentro y el novio desplazaba la mano a través de la gatera y palpaba lo que
se le ponía a su alcance. De ahí lo que prohibía el alcalde en su bando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario