Las labores de labranza en la tierra junto a un exceso de sequedad de ésta, provocan que se origine en su superficie, unos volúmenes o terrones compactos, de distintas proporciones, de masa suelta de esta materia (tierra) que se les conoce como “tormos” o “tolmos”. Está catalogado como un vocablo del noroeste murciano y admitido en el DRAE.
A
pesar de no tener ningún destino en concreto dicho objeto, sí han sido varios
los usos que el hombre le ha ido dando, según la necesidad.
Se
le reconoce en la acción o hecho de la riega (regar: llenar de agua la
superficie de un terreno delimitado de pocos metros) como muy útil para tapar
los “ratoneros” (ratoneros: grietas o huecos del terreno donde se está regando, por los
cuales se pierde o desplaza el agua hacia otro lugar no deseado, no permaneciendo en la
superficie) que le pudieran dar algún que otro problema al “regaor”.
También
se le reconoce como objeto útil para una acción de intimidación hacia otro
animal (llámese canino, reptil, etc.) durante los traslados del humano en campos, ramblas, etc.
Y
el último en mencionar, sería como un objeto ofensivo. Es decir un arma que
puede provocar daños de diversa gravedad a otros seres entre ellos el humano.
El
tormo (que también puede usarse como sustituto una piedra), como bien hemos
conocido algunos, es un objeto que tras aplicarle una fuerza motriz de cierta
contundencia y en grado de elevación, provoca en él un desplazamiento de varios
metros en el espacio, con la consecuencia de que al caer al suelo o que otro
objeto le interrumpa su trayectoria, el choque, debido a sus características y
siendo igual que el otro objeto sea más duro o no, hace que el tormo se
desgrane o fragmentase y pierda sus características originales.
Así
fue como lo utilizo un librillano, aunque podría haber sido de cualquier otra
localidad vecina..., según se expone en la prensa regional y más concretamente
en “El Liberal” el día 14/07/1927.
«UNA AGRESIÓN.
Ha sido detenido
en Librilla Antonio F. M., el cual con un tormo seco dio un golpe en la cabeza
al primer teniente alcalde de este Ayuntamiento don Juan Martínez,
produciéndole una herida leve en la oreja derecha.
El señor Martínez,
para repeler la agresión, dio algunos arañazos y un mordisco a su contrincante.»
José
Rubio
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